Potino fue obispo de Lyon y mártir. Fue martirizado junto con otros miembros de su comunidad cristiana durante las persecuciones de Marco Aurelio. Testimonio de su martirio es una carta enviada por las comunidades de Lyon y Vienne a la provincia romana de Asia, que se atribuye a San Ireneo, y que está recogida en la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea (HE V, 1,14,2).