Los Pactos de Letrán o Pactos lateranenses del 11 de febrero de 1929 proporcionaron el reconocimiento mutuo entre el entonces Reino de Italia y la Santa Sede. Los Estados Pontificios, en los que había gobernado el Papa hasta 1870, habían sido absorbidos en el proceso de Reunificación italiana y, como consecuencia de ello, el Papa y la Santa Sede habían quedado sometidos a la soberanía italiana.