Cantabria, que con el arco de la bahía de Santander formó parte de la primera industrialización de la España peninsular en el siglo XVIII, ha sufrido desde la Guerra Civil un proceso de desindustrialización que la ha llevado a depender en gran medida del sector terciario. La economía cántabra ha pasado de centrarse en el comercio desde finales del XVIII y la fuerte actividad minera durante el XIX a las industrias siderúrgica y química en el siglo XX y, por último, a los servicios y el turismo.