El comisario del Santo Oficio era el ministro o delegado eclesiástico, que el tribunal de la Inquisición tenía en los arciprestazgos y pueblos para desempeñar algunos encargos, de los que incumbían al mismo y principalmente, para formar la sumaria en los delitos de que dicho tribunal conocía. Al plantearse aquella institución en España por bula del Papa Sixto IV, expedida en el año de 1479, a súplica de los Reyes Católicos, solo se nombraron dos inquisidores en los reinos de Castilla y León.