El sistema bancario de Ecuador, tras la disolución de la Gran Colombia y su conformación como República, poseía una economía poco monetizada, en la que aún estaban en circulación monedas de oro y plata, las cuales fueron integradas al uso común mediante sucesivas leyes de moneda. Poco a poco, con el crecimiento de la nación, la banca ecuatoriana también crecía y se centró especialmente en la ciudad de Guayaquil.