En el final del zaragozano paseo de María Agustín se levanta una fábrica, de planta enladrillada finisecular, que resulta ser la fundición más antigua de Aragón y una de las escasas empresas que ha resistido el paso del tiempo, hasta el punto de estar cercana a cumplir su 150 aniversario. En 1855, un joven ingeniero de Lyon, Antonio Averly, establece una fundición en la calle de San Miguel.