Baile muy popular de origen afroperuano. Debe su nombre a un atuendo de plumas de alcatraz que la mujer llevaba atado a la espalda, al nivel de la cintura; en éste sobresale una larga pluma a la cual debía el hombre ponerle fuego con una vela encendida, pero sin que ninguno de los bailarines perdiese el ritmo. La destreza con que la mujer ejecutaba los movimientos hace casi imposible que el hombre lograra su propósito. Al repetirse la música, se invierten los papeles.