Los romanos construyeron numerosos acueductos (latín aquaeductūs, sing. aquaeductus) para proporcionar agua a las ciudades y los lugares industriales. Estos acueductos estaban entre los mayores logros de ingeniería del mundo antiguo, y establecieron un estándar no igualado por más de mil años tras la caída de Roma. Muchas ciudades aún mantienen y usan los antiguos acueductos hoy en día, aunque los canales abiertos han sido normalmente reemplazados por tuberías.